jueves, 14 de agosto de 2014

Y siete meses después, aquí estoy...

Bueno, no sé si hay aún alguien que me lee, pero por si acaso, hola.

Soy Roxanne y este es mi blog sobre la anorexia, una enfermedad que padezco desde hace varios años, pero que me fue diagnosticada hace unos pocos meses, cuando mi salud se vio en un grave peligro.

Hoy he decidido volver a activar tanto este blog como mis cuentas de Ask y Twitter; ¿por qué? Supongo que porque me di cuenta de que podría compartir lo que ha sido mi vida en estos siete meses y lo que será a partir de ahora, y, tal vez, mi experiencia pueda ayudar a alguien o servir de ejemplo.
Pero eso es algo que voy a dejarte juzgar a ti, lector o lectora...

En fin, ¿por dónde podría comenzar?

Creo que empezaré relatando cómo llegaron mis padres a darse cuenta de que su hija mayor estaba terriblemente enferma. Creo que es un comienzo apropiado, y no me llevará demasiado tiempo.

Recuerdo que aún estabamos en el curso escolar y que me había puesto muy enferma. Estuve varios días sin ir a clase y, debido a mi dolor de estómago, sólo me alimentaba de un vaso de caldo de pollo (unas 60 calorías) y un poco de fiambre al día. Todo comida muy ligera, eso está claro... Pero para alguien como yo, el poder reducir las comidas al mínimo fue algo adictivo y, por supuesto, ansiaba poder dejar atras más alimentos.
Hasta que llegué al extremo de no querer llevarme nada a la boca. Dos días. Estuve dos días a base de agua y, sinceramente, yo me sentía muy feliz... Me sentía fuerte (no fisicamente, por supuesto) y guapa. Dios, sobre todo eso.
Pero los problemas no tardaron en aparecer, como era de esperar.
Antes si quería saltarme una comida, tenía que idear mil trucos para aparentar que comía, aunque realente no fuera así; pero en esta ocasión todos a mi alrededor eran conscientes de que yo no estaba comiendo nada, lo cual llevó a decenas de peleas con mis padres para tratar de hacerme comer.

Lo  que yo no sabía era que ahora mi cabeza rechazaba la comida por completo. No podría ni pensar en sentarme a la mesa, porque me daban ataques de ansiedad tremendamente fuertes. Era muy desagradable...

Pero ¿sabeis que fue lo peor..?

Mi madre.

Es imposible que todos nos llevemos bien con nuestros parientes. Quizás tú, que me lees ahora, no te lleves bien con tu madre, o tu padre, o quien te cuide... Pero yo... yo quiero a mi madre más que a nada en este mundo, y verla sufrir de esa forma por mi culpa hacía que la felicidad que experimentaba por no comer fuera eclipsada totalmente por la desolación de saber que estaba haciendo mucho daño a alguien que seguramente sea la única persona en este mundo que se preocupa por mi.

Asi que una noche sucedió lo inevitable.
Como de costumbre, estaba peleando con mis padres porque querían hacerme cenar y yo me negaba, aferrandome con uñas y dientes a la excusa de que estaba enferma y me dolía el estómago. Recuerdo que se fueron y me quedé sola frente a un cuenco vacío, sonriendo para mis adentros al pensar que me había salido con la mia. Pero no fue así.

En el momento en el que yo me iba a levantar, entró mi madre a la cocina. Tenía los ojos rojos de haber estado llorando. Se me rompió el corazón.
Se acercó a mi, se sentó en la silla de al lado. Yo bajé la cabeza, incapaz de verla tan destrozada y ella, como respuesta, acarició mi cabello con la ternura que sólo una madre podría transmitir en una simple caricia.
"Por favor". Un simple y débil susurro fue lo único que salió de sus labios. Parecía marchita y, desde luego, así me sentí yo al oirla.
"Por favor", repitió, como si viera en mi rostro que aquello estaba derribando el escudo que había construido contra ella.

Una caricia apartó el pelo de mi rostro.

Un beso en la cabeza.

Una lágrima rodando por mi mejilla, sin siquiera darme cuenta de ello, hasta que no se deslizó y aterrizó en mi pijama azul celeste.

Y fue entonces cuando todos aquellos días me pasaron factura. Me sentía tan cansada. Harta de ocultar lo que realmente soy; harta de sentirme sola...
No lo pensé. Creo que en momentos así es dificil pensar en algo concreto. Simplemente rompí a llorar como jamás había llorado antes; y mucho menos en público. Era la primera vez, desde que entré en la adolescencia, que dejaba que alguien me viera llorar.

"No puedo", "no puedo", repetía yo entre sollozos. Mi madre no es tonta, y mas tarde me enteré de que ya sospechaba que estaba enferma desde hacía mucho tiempo, pero esa noche fue la que marcó un antes y un después en mi vida.

~

Dos días después me llevó al médico, y este me diagnosticó Anorexia.

Ya no son Ana y Mia, eso se acabó. Es algo que ya dejé atras y a lo que no pienso regresar.
No hay princesas, sólo niñas que quieren verse hermosas y que se dejan presionar por una sociedad que las incita desde muy jovenes para que se mantengan delgadas, prometiendoles así una vida mas plena, satisfactoria y/o feliz.

Si has venido a este blog en busca de lo mismo que puedes leer en otros lados, ya puedes irte. A partir de este momento, aqui no leerás las maravillas que puedes hacer si no comes, ni dietas absurdas que no funcionan. Ya es hora de hablar claro y de que se sepa la verdad.
Hablaré desde mi punto de vista, hablaré de mis opiniones y experiencias, y también contestaré a cualquier pregunta que me hagais con absoluta sinceridad y siempre tratando de ayudar.




Con esto se despide por hoy esta princesa que despertó por fin de la mentira que la rodeaba y que ahora se siente mas fuerte que nunca.

No soy una princesa, soy una guerrera.